¿Por qué a 27 años de las muertas de Juárez nos cuesta tanto reconocer que en México existen de manera más frecuente y generalizada feminicidios? ¿Qué suerte de velo nos nubla la visión? ¿Por qué seguimos sin protocolos, sin programas básicos de protección para las mujeres? Es un hecho: esta crisis no empezó la semana pasada.
En política pública, el primer paso consiste en reconocer la existencia de un problema público (muchas veces mediante un diagnóstico) que necesita atención. Una vez entendido el fenómeno, el segundo paso natural es destinar recursos (materiales y humanos) para atender el problema; el tercer paso puede variar de muchas formas y se centra en cómo abordar y resolver el tema, desde qué perspectiva y con qué enfoque metodológico (la famosa “caja de herramientas” de C. Hood, aquí un ejemplito) buscamos atender ese problema público.
Quizá lo primero que queremos decir es que los feminicidios, es decir, el problema de homicidios a mujeres por el hecho de ser mujeres no quiere ser reconocido en toda su amplitud y magnitud por el gobierno de México. Quizá también hay que decirlo, ni por la gran mayoría de la sociedad mexicana. ¿Por qué a 27 años de las muertas de Juárez nos cuesta tanto reconocer que en México existen de manera más frecuente y generalizada feminicidios? ¿Qué suerte de velo nos nubla la visión? ¿Por qué seguimos sin protocolos, sin programas básicos de protección para las mujeres? Es un hecho: esta crisis no empezó la semana pasada.
Como hemos visto, ni el presidente está muy convencido de entrarle al tema; prefiere dedicarse a asuntos frívolos (rifas, aviones, instalaciones de la GN, petróleo, puertas, etc.) antes de entrar a fondo a problemas urgentes que necesitan la total atención de los tomadores de decisiones y de todas las dependencias del Estado. Este no es un tema de coyuntura, es una emergencia nacional. En un impulso por intentar quitarse el tema de encima lanzó una suerte de decálogo de ocurrencias que no ayudaron mucho a distender el malestar que ya crecía entre los grupos de mujeres y víctimas.
Lo relevante aquí es que, si el gobierno no lo considera un tema prioritario, no se le presta la atención ni los recursos (ya no digamos suficientes, sino necesarios para operar), ni se generan políticas públicas para combatirlo y en ese caso puede terminar fácilmente en ese cajón de los grandes temas irresolubles (y créanme que el cajón está lleno). Este simple detalle debería prender todas las alertas de nuestra sociedad. Consideramos que las mujeres de este país deben coordinarse para hacer un decálogo real de las medidas necesarias para las acciones y programas del Estado (y la sociedad) para combatir esta situación intolerable.
Sin duda, el tema tiene la mayor de las complejidades y no tiene una solución unívoca. Además, el nivel de violencia con el que se cometen lo hace, para algunos de nosotros, un tema imposible de digerir porque rebasa nuestros límites de lo humanamente posible. No acabamos de digerir un caso cuando ya se nos acumularon tres más… Que en este país se mate a mujeres por el simple hecho de serlo no ha permeado en el grueso de la población para poder expresar una indignación colectiva que se traduzca en las medidas de presión (necesarias y suficientes) para que las autoridades respondan a la sociedad. Muchos creen que es una exageración, y esa minimización del problema es lo que lo hace invisible a los ojos del Estado.
Pareciera que en la agenda social y de gobierno no hay espacio para condenar un tipo de homicidio que se dirige específicamente en contra de las mujeres. El hecho de que en México el número de homicidios dolosos haya aumentado en 82% en los últimos 5 años1, debe seguir siendo condenado por todos dado que el gobierno, tanto el actual como los anteriores, han sido omisos en su responsabilidad de frenar este delito. Pero, se puede y se debe colocar al feminicidio en el lugar que le corresponde porque las causas de los homicidios sí son distintas y amerita ser reconocido como tal; porque no es un delito focalizado; porque seguramente, como en todos los delitos, la cifra debe ser mucho mayor; porque las fiscalías se niegan a tipificar un homicidio como feminicidio y eso, seguramente, responde más a una lógica política que a falta de hechos comprobables, y porque suele ir antecedido de un historial de violencia en el hogar que tampoco se ha atendido adecuadamente. Hacer esto no supone una condición de jerarquía de una vida sobre la otra por razón de género, supone una condición de que la violencia que vivimos en este país se diversifica, va en aumento y se tiene que hacer visible para que se tomen las medidas necesarias.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones de los Hogares (ENDIREH-2016), una de cada cuatro mujeres mayores de 15 años ha experimentado agresiones físicas o sexuales de su pareja a lo largo de la relación. ¿Cuáles son las estrategias, planes o acciones que desde el gobierno se han diseñado para tratar este problema de violencia? Durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se intentó atacar desde el Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (PNPSVD), pero ¿se logró algo? Y en épocas de la administración actual, ¿hay continuidad de esas acciones, se corrigieron o se diseñaron nuevas?; más importante aún ¿se está atacando desde lo público? O la apuesta es que, al ser un tema de violencia familiar, se justifique la inacción o la reacción tardía de las autoridades, tal y como dejaron ver las declaraciones de la Fiscal de la CDMX sobre la vida familiar de Fátima, el caso conocido más reciente. De ser así, bien le haría falta las autoridades, federales y locales, una asesoría urgente de por qué el problema les toca a todos los niveles de gobierno. Echarse la bolita ya no es una opción; voltear a ver a otro lado, tampoco.
El primer paso sigue siendo reconocer este problema y entenderlo en su gran dimensión y atajarlo de inmediato; ya no es un problema local ni focalizado, ni exclusivo de determinados contextos socios económicos y/o regionales, tampoco un problema temporal. Se buscó el cambio, pero estamos viendo el mismo tratamiento ante los temas que más nos duelen a todos. Este no es un tema exclusivo de hombres o mujeres, nos afecta a todos como sociedad, una sociedad que ha perdido completamente la brújula de lo que se debe hacer para cuidarnos como grupo, para sobrevivir como colectividad. Nos están matando. Ojalá alguien en este gobierno se pueda tomar el tiempo necesario de pensar en soluciones y ponerle un plan enfrente al presidente. Le urge.
* Este texto fue escrito por Andrea Calderón, con aportaciones de Rodrigo Elizarrarás. Ambos son consultores y analistas de Políticas Públicas en HUMINT (@humintmx).