Inseguridad, relación México-EUA, crecimiento económico, política internacional y obras de infraestructura forman parten de los primeros cinco riesgos.
Una vez más llega ese momento en que vale la pena detenernos a pensar en qué nos deparará el año en temas sobre las expectativas, riesgos, propuestas y el futuro para este gobierno transformativo y el país en general. Para este año definimos los 10 principales riesgos que consideramos que pueden ser cruciales para el país en este año que apenas arranca, pero que sin duda son aquellos que vale la pena tener en cuenta y monitorear a lo largo del año para prever los escenarios y las posibles respuestas.
1. La inseguridad no logra reducirse: Inicia el segundo año de gobierno, momento para que las políticas públicas del Ejecutivo empiecen a tomar forma, pero todas las señales indican que el gobierno federal está muy lejos de tener consolidada su estrategia de seguridad para este segundo año de gobierno. El 2019 fue el año con el mayor número de homicidios desde que se tiene memoria, se rompieron récords en varios delitos como homicidios, robos y extorsiones. A pesar de que se ha enfatizado el cambio de rumbo en la estrategia de seguridad hacia una mayor pacificación del país, no se notan resultados importantes en la seguridad en lo que va del sexenio. Uno de los problemas es que los cambios institucionales –construcción de la Guardia Nacional– suelen tardar más tiempo del estimado; sin embargo, la expectativa de los ciudadanos es alta por ver resultados en el corto plazo a través de una nueva estrategia que prometía “abrazos”. De igual forma los millones de pesos destinados a programas sociales para lograr la transformación de las personas, reducir la violencia, y alcanzar una mejor forma de vida, de ser una medida correcta, es muy probable que demore varios años más en dar resultados tangibles. No obstante, la falta de certeza sobre los alcances y resultados de esta estrategia de seguridad pública es posible que provoque descontento y desesperación entre la población afectada.
2. Tensión en la frontera, Trump y la reelección: Como pudimos apreciar el año pasado, cada vez que Trump desea ganar un par de puntos con su electorado presiona al gobierno de México en alguno de los tendones de Aquiles de nuestra convulsa relación. Ya sea bajo amenazas de embargo o con el aumento de aranceles a los productos nacionales, Trump se encarga de meter en aprietos al gobierno mexicano y someterlo a cumplir sus exigencias según sea el caso. En su momento fue la gran ola de migrantes provenientes de Centroamérica, después el incremento en la inseguridad en varias entidades del país, el riesgo para este año es que ambos temas continuarán todo el año y en cambio la fecha de la elección en EUA se acerca y Trump pretende reelegirse como Presidente a pesar de los numerosos conflictos internos que tiene. Las oleadas migratorias, la falta de resultados en la seguridad interna y la campaña electoral en EUA harán que el factor Trump en las demandas a la política interna mexicana incrementen el chantaje de EUA con más amenazas de sanciones comerciales a México, sobre todo en un contexto de nulo crecimiento económico. Finalmente, el Presidente López Obrador ya dio claras muestras de que no quiere un pleito con el vecino del norte y que hará todo lo necesario para mantenerlo contento. Quizá es importante que Ebrard mantenga las maletas listas porque tendrá mucho trabajo en Washington para resolver todos los temas que surjan de hoy a noviembre (¡Lleven muchos cacahuates!)
3. Una economía que no crece: Desde el año pasado, la economía mexicana transitó con muy poco dinamismo y las perspectivas de crecimiento se mantienen igual o peor que el año anterior, a pesar de que se intenta dar señales de acercamiento con los grupos empresariales nacionales con el fin de motivarlos a invertir en proyectos de infraestructura, donde aún hay dudas de su viabilidad. Sin embargo, en el fondo persiste la desconfianza de los inversionistas en la actuación del gobierno y hay pocas señales creíbles de que la situación vaya a cambiar en 2020; un claro ejemplo de la falta de certidumbre a la inversión es el sector energético (cancelación de las rondas, por ejemplo), donde todas las medidas emprendidas son más bien una regresión en el sentido de las reformas emprendidas de los últimos años. Así, a pesar de los esfuerzos gubernamentales y de los discursos de felicidad y de que “todo va muy bien”, las calificadoras y consultoras nacionales e internacionales siguen manteniendo el nivel de riesgo alto, con elevada incertidumbre en el perfil crediticio del país y la deuda soberana de México en este año. Por lo tanto, se mantiene un riesgo latente de un bajo crecimiento económico y una raquítica inversión, que puede agravarse si el contexto internacional empeora.
4. Una política internacional inmersa en lo doméstico: Es un hecho innegable que el Presidente López Obrador no va a salir del país o lo hará muy poco; solo en casos de fuerza mayor. El hombre que disfruta de la barbacoa a pie de carretera y recorrer cuantas-veces-sea-necesario los caminos terregosos de este país, no tiene mucho interés por lo que pasa más allá de las fronteras del “México Profundo”. Su apuesta es que la mejor política internacional es aquella que se enfoca en lo local, en verse el ombligo y atender las necesidades nacionales recorriendo el país, como pocos lo han hecho. No considera necesario tejer redes, alianzas y socios comerciales, tratados y acuerdos con los países del mundo, en el mejor de los casos se lo delegará a Ebrard, quien de por sí ya tiene una agenda bastante ajetreada. México girará en estos años a una política internacional de introspección: impulsar el petróleo nacional, desarrollar una red de bancos del Estado, a impulsar economías regionales basadas en el autocultivo, a defender el maíz, los jóvenes y adultos mayores, pero no se están ofreciendo las herramientas para un mundo que no nos va a esperar para ver qué día decidimos apostar por el desarrollo tecnológico y científico, a la integración de mercados globales, a encontrar nuestras ventajas en un mundo que sigue siendo cada día más interdependiente. El riesgo es que nos iremos desligando de una serie de fenómenos, foros, eventos, y alianzas que suceden a nivel global, desde aspectos económicos, políticos, pero también ambientales y sociales que son fundamentales para fortalecer al país y orientarlo hacia la modernidad. La especialización y la exigencia mundial serán mayores y nosotros estaremos pensando en la milpa, el tren maya y en sacar petróleo del subsuelo.
5. Retraso y fallas operativas en las obras clave de infraestructura: Ya pasó todo un año y realmente no hay avance significativo en el tema de las obras de infraestructura del país; se hizo el anuncio de un ambicioso plan de infraestructura de la mano de importantes empresarios para avanzar solo en eso: un anuncio. Sin embargo, no se ha logrado un avance real en las principales obras de infraestructura de este sexenio, motor que podría ayudar a activar la economía del país. Desde el aeropuerto de Santa Lucía (en manos del Ejército) hasta el Tren Maya (actualmente a cargo de Sectur), pasando por la Refinería de Dos Bocas, son proyectos que van a paso lento y paradójicamente ganando opositores en camino porque muchos no perciben qué beneficio concreto traerán al país. Por el contrario, amenazan con deteriorar la calidad de vida de poblaciones vulnerables, comunidades indígenas e importantes espacios de conservación de la naturaleza. Este tema puede convertirse en una piedra en el zapato para el gobierno de AMLO, con riesgo incluso de un incremento en la conflictividad social de algunas regiones e impactos negativos en el medio ambiente. Es un año clave para echar a andar los ambiciosos proyectos del gobierno y de paso dar un pequeño impulso a la economía nacional. Cualquier demora en su ejecución pegará sin duda en la credibilidad del gobierno y podría desmotivar aún más a la inversión privada, además de que se corre el riesgo de que no se terminen las obras durante este sexenio.
6. Un margen de gasto muy ajustado y poca transparencia: Normalmente las elecciones traen promesas que deben traducirse en políticas y en gasto público para cubrir las necesidades de la población: desde un mejor sistema de salud pública, hasta inversión en infraestructura, energía, seguridad y turismo. Al final, prometer no empobrece, el problema es hacerlo realidad con la mejor fórmula posible. El riesgo en este año de gobierno es que la economía está estancada, lo que no ayuda a la recaudación de impuestos y por ende no hay recursos suficientes para todos los temas que este gobierno quisiera transformar de la noche a la mañana. Al mismo tiempo se observa una perniciosa tendencia a un uso discrecional y no programado del gasto público mediante la generación de un importante subejercicio –observable durante 2019–. Este gasto es discrecional porque se usa fuera de programas mediante Reglas de Operaciones, pero también es irracional porque se usa para fines poco exitosos –sin evidencia alguna– y con fines meramente político-electorales. El resultado esperado del gobierno es de muy corto plazo, pero las necesidades actuales en muchos sectores son estructurales; por ende, algunas dependencias se encuentran ya en una situación operativa grave, sin poder atender necesidades básicas (atención médica, disposición de medicamentos, por ejemplo); uno de los sectores que más atención ha generado es el sistema de salud, que podría convertirse en una bomba de tiempo de no resolver los huecos que trajo el nacimiento del INSABI en el corto plazo.
7. Dificultad para consolidar un proyecto de gobierno por fracciones internas: Desde muy temprano en el sexenio, ese amasijo de corrientes y grupos tan disímbolos que es Morena, que se alió de manera natural –o no tanto– durante la campaña, comienza a mostrar sus fisuras, divisiones, pugnas y desconfianzas entre los distintos grupos. Desde el caso de los superdelegados que se encuentran en investigación por presuntos desvíos de recursos para financiar el relevo de la presidencia del partido, el Bonillazo, el caso Bartlett, pasando por roces naturales en el gabinete, en especial, por el excesivo protagonismo de algunos funcionarios, hacen que se vaya ampliando la brecha entre los miembros históricos y los neo-Morenistas. Además estas diferencias se alimentan desde las redes sociales y la prensa oficialista que no duda en castigar a todo aquel que se atreva a mostrar una ligera crítica a la 4T. La pugna entre los muy variados grupos dentro de Morena pueden fácilmente meter en aprietos al presidente, por lo que se comprometería la posibilidad de concretar el proyecto de gobierno, ya que se pierde mucho en el desgaste entre las posiciones encontradas a veces sentadas en la misma mesa de una sola dependencia. No hay una visión compartida de gobierno, ni siquiera un know-how–al-estilo-Morena que permita avanzar el proyecto del López Obrador con una dirección y metodología unificada; así entre los comunistas trasnochados, los jóvenes cuadros con esperanza y nula experiencia y los pragmáticos de viejos gobiernos no se ponen de acuerdo para dónde hay que empujar ese viejo elefante reumático para que camine en la dirección del cambio prometido. Si las brechas divisorias se acrecientan y la burbuja informática del presidente se engrosa, no queda claro cómo es que el viejo gusano burocrático (y tecnocrático) se transforme en la mariposa del cambio. El 2021 se acerca muy rápido.
8. Desgaste de la lucha anticorrupción como bandera del sexenio: La narrativa de que todo en el pasado fue corrupto y putrefacto terminará por agotarse ante las expectativas de una población que votó finalmente por un cambio de fondo en la forma de operar del gobierno. Desde el aeropuerto inconcluso, el avión que no se vende –y ahora se rifa–, la pérdida de beneficios y privilegios de la clase gobernante hasta los supuestos “ahorros” del gobierno perderán sentido si no se logran traducir en beneficios directos para la población. ¿De qué sirve combatir la corrupción si no se gana en efectividad? ¿En qué momento el ciudadano de a pie percibe el beneficio de combatir la corrupción y como se traduce esto en un mejor gobierno? ¿Realmente solo basta con los dichos una y otra vez repetidos? Una de las principales ofertas de este gobierno fue el combate frontal y decidido a la corrupción, y sin embargo, ha tenido sus claroscuros que solo se han quedado en mero discurso mediático y golpes calculados contra enemigos del régimen, más que una verdadera serie de políticas institucionalizadas por acabar con las malas prácticas y efectuar verdaderas investigaciones contra algunos escándalos mediáticos, incluso de los propios miembros de la 4T. La señal de que nada cambia empieza a permear entre la población y la sola promesa del presidente no basta para terminar con las mañas y corruptelas del pasado, presente y futuro.
9. Centralismo exacerbado, a costa del debilitamiento del federalismo y contrapesos institucionales: Muchos de los esfuerzos de la 4T durante este primer año han estado dirigidos a fortalecer el carácter centralista de este gobierno, restando poder a los estados, municipios y otras órganos desconcentrados; controlando buena parte del presupuesto, concentrando las decisiones en unas cuantas personas y debilitando el poder que habían ganado los gobernadores durante los últimos doce años. Lo mismo ha sucedido con un paulatino debilitamiento de instituciones del Estado Mexicano que tienen funciones de contrapeso o como reguladores autónomos de ciertas funciones, tal es el caso, por ejemplo, de la CNDH, de la CRE, del INE, incluso hasta de la SCJN. El control por un lado, junto con un debilitamiento de la autonomía de dichos órganos va generando un gobierno obeso muy poderoso, pero con débil capacidad de respuesta para atender todos los frentes que va abriendo, dirigiendo hacia sí mismo todas las demandas y críticas y poniéndole presión a un presupuesto cada vez más raquítico. Más allá de los riesgos para la endeble democracia mexicana, esto puede dar paso a un gobierno ineficaz e inoperante, que va acumulando responsabilidades pero no va despresurizando problemáticas al mismo ritmo. La concentración de funciones y decisiones puede volver muy lento al Estado para resolver situaciones emergentes.
10. La agenda olvidada de la 4T: El gobierno mexicano sigue mostrando poco o nulo interés en los temas ambientales, en desastres naturales y de protección civil, cuando a nivel mundial –salvo las muy conocidas y tristes excepciones– hay cierta claridad de que nos encontramos en una emergencia climática y ambiental que genera focos de alarma por todas partes. Por mencionar un tema de relevancia, México no está preparado para enfrentar el cambio climático ni mucho menos los posibles efectos nocivos que pudiera tener en el corto o mediano plazo, ya que hay pocas consideraciones en el modelo actual por una visión más progresista de las políticas públicas energéticas (por dar un ejemplo). Durante 2019, hubo suerte de que no se presentaran inundaciones ni huracanes de consideración que afectaran al territorio y población mexicana. Pero empezamos el año con un sismo de mediana intensidad con daños menores que nos recuerdan lo vulnerables que estamos ante los embates de la naturaleza, lo mismo en el caso de que llegara una pandemia como el coronavirus, o las amenazas constantes del Popocatepetl. Los riesgos ambientales no son solo la pérdida de especies carismáticas y de riqueza de biodiversidad, son, en cambio, una amenaza real a la subsistencia y a la población más vulnerable: menor disponibilidad de agua, menor capacidad de producción de alimentos, peor calidad del aire y en consecuencia, un reto enorme de salud pública. Hay una agenda olvidada que no ojalá no nos de una sorpresa.
Como pilón por la demora de entrega les dejamos un posible riesgo latente para el gobierno federal:
El desgaste del modelo de comunicación de las mañaneras: Algunos lo aman, otros no pueden soportarlo; sin embargo, ya se nota cierto desgaste de salir todos los días a ofrecer algo de información, no responder a preguntas directas y alargar el tiempo con anécdotas históricas imprecisas, lo que genera la duda de, ¿hasta cuándo se puede estirar el modelo de las mañaneras tan centralizado en la figura omnipresente del presidente, lleno de su retórica divisoria y confrontativa? ¿Cuántas mañaneras nos quedan? ¿Ahora también serán los sábados y domingos? Va creciendo la duda de si gobernar para AMLO solo implica dar conferencias de prensa y giras por el país como cuando se estaba en campaña.
* Este texto fue escrito en coautoría con Cristina Rivas (@chrissierivas). Rodrigo Elizarrarás A. (@rodaxiando) y Cristina Rivas son socios y consultores en la consultoría de riesgos HUMINT (@humint_mx).